Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Delegación de Cataluña.

Quizás el ser vivo mejor conocido

El organismo mejor conocido en el ámbito científico es, seguramente, una bacteria que habita en el intestino humano. Invisible a simple vista, a Escherichia coli se debe en gran medida el conocimiento de algunos de los fundamentos de la biología moderna que han merecido el reconocimiento de varios premios Nobel. Se trata de los procesos de recombinación genética de las bacterias, de transcripción del ARN, de replicación del ADN y de la regulación génica. Además, en las últimas décadas esta bacteria se ha convertido en un instrumento más del laboratorio, sobre todo en el campo de la biología molecular.

Su genoma fue secuenciado en 1997 y el número de genes que lo conforman es una séptima parte del número de genes en el ser humano.

¿No es sorprendente que una bacteria puede decir tantas sobre el resto de seres vivos?

El día a día de una bacteria intestinal

Escherichia coli, conocida de forma abreviada como E. coli, es un habitante común en aves y mamíferos. Habita en el intestino del ser humano junto a varios centenares de otras especies de bacterias. Todas ellas forman la microbiota intestinal, conocida coloquialmente como “la flora intestinal”. Normalmente, E. coli es beneficiosa para el cuerpo humano pero a veces se encuentra fuera del intestino y puede ocasionar infecciones de mayor o menor importancia. Algunas de sus estirpes han adquirido genes que codifican toxinas que pueden conllevar a graves infecciones. Muchas otras bacterias comparten los mismos hábitats que E. coli, pudiendo también ser las causantes de infecciones en las personas.

¿Cómo consiguió esta bacteria ser la más conocida del laboratorio?

Los microbios del intestino

La microbiota del intestino humano está conformada por un ecosistema de organismos que participan en la digestión de los alimentos y tiene una función defensiva frente a ciertos patógenos. E. coli se instala en el tracto digestivo cuando el individuo tiene unos meses de edad, estableciéndose un equilibrio en pocos años que se mantiene a lo largo de la vida. No es la especie más abundante, pero sí una de las principales y normalmente se encuentra en el intestino grueso.

Una célula microscópica

E. coli es un organismo unicelular de unas pocas micras (milésima parte de un milímetro) y con forma de bastoncillo. Se puede mover gracias a unas largas y finas extensiones alrededor de la célula, los flagelos. Como todas las bacterias, la estructura de la célula es de tipo procariota, es decir, no tiene un núcleo diferenciado y el único cromosoma se encuentra distribuido por todo el citoplasma. En la parte externa tiene una pared que está formada por dos membranas (interna y externa) y, proporcionando rigidez de la célula, hay una capa de peptidoglicano localizada entre las dos membranas.

Prescindir del oxígeno

E. coli forma parte de la familia de bacterias denominadas enterobacteriáceas (enteron - del griego intestino). Las bacterias que conforman esta familia pueden vivir sin oxígeno (si bien en ocasiones pueden utilizarlo) y obtienen energía gracias a la fermentación de los azúcares. Las bacterias que pueden prescindir del oxígeno o que lo utilizan en función de las condiciones del entorno se dicen tienen un metabolismo anaeróbico facultativo.

Causa de infecciones

En ocasiones, la bacteria E. coli puede encontrarse en zonas menos habituales del intestino e incluso fuera de él. Cuando ésto ocurre, posiblemente se trate de cepas que causan infecciones. La diarrea severa que sufren muchos niños suele estar producida por cepas patogénicas de E. coli. Otras afecciones posibles por causa de dicha bacteria son la cistitis aguda y la infección enterohemorrágica. La frecuencia de alguna de esas infecciones explica que fueran cepas aisladas de enfermos las primeras que entraran en el laboratorio. Hoy en día, por su cultivo prolongado fuera del cuerpo humano, las cepas usadas en los laboratorios han perdido su capacidad infecciosa.

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E. coli escrito con bacterias Escherichia coli en un medio MacConkey. Foto: Mercè Berlanga. Departament de Microbiologia i Parasitologia Sanitàries de la Facultat de Farmàcia de la Universitat de Barcelona: http://www.ub.edu/mips/welcome.html

La bacteria que cambió el curso
de la biología

E. coli no es la única bacteria que se utiliza en el laboratorio pero es la más conocida entre los investigadores de ciencias de la vida. Entró en el laboratorio, junto a otras muchas bacterias, a finales de siglo XIX, época en la que se estaba desarrollando la bacteriología (ciencia que estudia las bacterias). Por aquel entonces, el principal interés de E. coli estaba relacionado con las infecciones que causaba. Fue sobre todo a partir de mediados de siglo XX que se convirtió en un modelo biológico y permitió entender algunos de los principios básicos de la vida. Lo que hizo célebre a E. coli fue el descubrimiento de una técnica, que cambió para siempre la biología: “cortar y pegar” el ADN, que permite seleccionar y construir secuencias de ADN a voluntad de los investigadores.

¿Se puede diseccionar una bacteria?

Estudiar una bacteria infecciosa

La abundancia de especies bacterianas que se estudian actualmente en el laboratorio se debe a la larga tradición bacteriológica de finales del siglo XIX. Inicialmente, E. coli, se denominó Bacterium coli y se la describió como la bacteria común del colon. Su nombre actual hace memoria a su descubridor, Theodor Escherich (1857-1911), un reconocido pediatra alemán que, como otros miembros de su disciplina, se interesó por las bacterias porque estaban estrechamente relacionadas con las infecciones infantiles.

Bacterias y tubos de ensayo

A mediados de siglo XX, algunos investigadores reconocieron en la sencillez de la bacteria una herramienta para dilucidar los principios fundamentales de la vida. Su estructura es más sencilla que nuestras células, su crecimiento, rápido y podían emplearse distintos medios para su cultivo en el laboratorio, lo que favorecía las posibilidades experimentales. En ese contexto, investigaciones con numerosas bacterias permitieron la obtención de resultados que se mantienen vigentes en la actualidad.

Los mecanismos básicos de la vida
Hoy en día se sabe que el material genético se encuentra condensado en el ácido desoxirribonucleico (ADN), que se replica y se transmite como herencia a las células hijas; también se transcribe y se traduce para producir todas las proteínas que la célula necesita para funcionar. Éstos son algunos de los principios fundamentales de la vida que hoy aparecen en todos los libros de texto y pueden parecer casi obvios. Pero lejos de ser evidentes se clarificaron a tientas con la ayuda de bacterias, tubos de ensayo e ingeniosas, y a veces descabelladas, hipótesis de algunos brillantes investigadores.

El ADN es el material genético
Algunas bacterias han permitido realizar hallazgos de mayor trascendencia, quizás, que E. coli. En la década de 1940, la bacteria Pneumococcus (Streptococcus pneumoniae) permitió deducir que el material genético era el ADN. Oswald Avery, Colin MacLeod y Maclyn MacCarty comprobaron experimentalmente, en 1944, una observación hecha en 1928 por Frederick Griffith. Este investigador infectó ratones con una cepa patógena de la bacteria, que podía producir neumonía pero que estaba muerta, y otra que era inocua y estaba viva. Descubrió que las bacterias inofensivas se convertían en patógenas y esa propiedad se transmitía a los descendientes. Al analizar las posibles moléculas responsables, Avery y sus colaboradores descubrieron que el agente infeccioso era el ADN y se puso fin a una controversia de principios del siglo XX: se demostró que el material genético es el ADN y no las proteínas.

Sexo entre bacterias
En los años 50, Edward LawrieTatum y Joshua Lederberg realizaron experimentos para determinar si las bacterias intercambiaban información genética y si existía reproducción sexual. Utilizaron para ello mutantes de la cepa K12 de E. coli incapaces de sintetizar el aminoácido triptófano y que para sobrevivir necesitan obtenerlo del medio de cultivo. Las pusieron en contacto con bacterias no mutadas de la misma cepa que sí sintetizaban este aminoácido y al cabo de un tiempo algunas de las primeras podían sintetizar el triptófano. Ello demostró que se había producido una transferencia de información de unas bacterias a otras mediante un mecanismo que hoy en día se conoce como conjugación.

Copiar el ADN
En 1957, Matthew Messelson y Franklin Stahl hicieron un experimento que confirmó que la replicación de las hebras de ADN tenía lugar según el modelo semiconservador propuesto por Watson y Crick. Para ello, cultivaron durante varias generaciones, bacteria de E. coli en un medio que como única fuente de nitrógeno tenía el isótopo 15. El ADN sintetizado en presencia de este isótopo pesado es de mayor densidad que el que se produce cuando se sintetiza a partir del isótopo normal, el nitrógeno 14. Luego se pasó a cultivos en los que el nitrógeno era normal (isótopo 14) y se tomaron muestras en diferentes intervalos de tiempo en los que las células habían crecido y su ADN, que contenía el isótopo pesado, se había replicado con isótopo normal. Observaron que tras una replicación el ADN resultante tenía una densidad intermedia y que cuando habían ocurrido dos replicaciones aparecía ADN de densidad ligera junto con el de densidad intermedia. Así dedujeron que la replicación es semiconservativa: cada una de las hebras de la doble hélice se utiliza de molde para ser copiada de modo íntegro. Es decir que para obtener dos cadenas dobles cada cadena del ADN se copia pero no se alarga ni se le se intercalan elementos.

Disección de una bacteria

A mediados del siglo XX, se realizaron algunos de los experimentos más relevantes con E. coli. Han permitido saber que las bacterias son capaces de intercambiar información genética, que la información del ADN se transcribe produciendo un ácido ribonucleico mensajero (ARNm) a partir del cual los ribosomas pueden interpretar el código genético y sintetizar proteínas y también describir un mecanismo de regulación de la actividad de los genes en las bacterias. Pero el descubrimiento que catapultó a E. coli a la cima de los organismos de laboratorio fue el descubrimiento de las enzimas de restricción hacia la década de los 70 y que abrió las puertas a la ingeniería genética.

Mensajeros moleculares
A principios de la década de los 60 E. coli estuvo involucrada de la mano de Sydney Brenner, François Jacob y Jacques Monod en el descubrimiento de la existencia del ARNm que era el encargado de que la información genética del núcleo llegara a los ribosomas del citoplasma para ser traducida a proteínas. Cada gen o conjunto de genes se transcribe a ARN e incluye la misma información que una de las hebras del ADN. Esta información está en el lenguaje de los ácidos nucleicos, que consta de 64 “palabras” en forma de tripletes de bases nucleicas. Ha de ser interpretada en los ribosomas para traducirla al lenguaje de las proteínas, en el que las “palabras” son 20 aminoácidos diferentes. La equivalencia entre los 64 tripletes de bases y los 20 aminoácidos es el código genético.

Modelo operón: regulación de los genes
François Jacob y Jacques Monod describieron un modelo que regula la actividad de los genes en las bacterias, al que denominaron operón. Se trata de una unidad genética funcional formada por un grupo o complejo de genes que regulan una vía metabólica o una determinada función celular. El complejo es capaz de regular la propia expresión de genes en función de la interacción con los sustratos del medio celular. Generalmente, los genes están regulados por una secuencia llamada promotor en donde se inicia la transcripción para sintetizar un RNAm. A continuación del promotor puede existir una región de control llamada operador a la que se le unen proteínas para impedir (represora) o activar (activadora) la transcripción y que se modulan en función de las condiciones que hay en un determinado momento en la bacteria. El operón lac (lactosa), que regula el metabolismo de la lactosa, fue el primer mecanismo regulatorio de la expresión génica a ser dilucidado y es un ejemplo clásico de regulación génica en procariotas. Cuando no hay lactosa en el medio de cultivo el operón está reprimido porque la proteína represora Lac se une a la región operadora e impide que progrese la transcripción. En presencia de lactosa, un derivado de ella se acopla al represor y libera al operador. Ello permite la transcripción de los genes lacZ, lacY y lacA. Las tres proteínas sintetizadas contribuyen a que la lactosa sea introducida en la célula y metabolizada. Cuando ya no existe más lactosa el represor vuelve a ser activo y se une al operador, volviendo así al estado inicial.

La enzima que hace crecer al ADN
A mediados de la década de los 50, Arthur Kornberg realizó experimentos con E. coli para estudiar cómo se copiaban las hebras de ADN. Observó que tenía que haber un segmento de ADN que actuase como molde y un extracto donde debía encontrarse la enzima responsable: DNA polimerasa. También pudo verificar que las dos hebras son antiparalelas y que el ADN siempre es polimerizado desde el extremo 5’ a 3’ (como se proponía en el modelo de Watson y Crick). Más tarde se vio que esa enzima no es la que realiza la replicación del ADN en la célula sino que en esas condiciones tiene actividad 3’ a 5’ (exonucleasa) y sirve para corregir errores del ADN ya replicado.

Cortar el ADN como protección
En la década de los 60, Werner Arber analizó detalladamente el fenómeno de la restricción en E. coli, según el cual las bacterias, para protegerse de los virus que las infectan, cortan el ADN de esos virus. Postuló que las bacterias utilizan enzimas propias que cortan por lugares específicos dentro de la secuencia de ADN para intentar eliminar el ADN vírico que ha penetrado en la célula. Se las llamó enzimas de restricción. En 1970, Hamilton Smith aisló la primera enzima de este tipo en la bacteria Haemophilus influenzae, HindIII. La capacidad de cortar la secuencia de ADN de modo específico ha permitido hacer mapas genéticos de muchos organismos y sentar las bases de la manipulación genética.

Cortar el ADN a propósito
A principios de la década de 1970, los grupos de Peter Lobban y Dale Kaiser y el de Paul Berg realizaron dos experimentos pioneros en la recombinación genética utilizando enzimas de restricción. La idea de ambos grupos era crear un plásmido (fragmento de ADN circular más pequeño que el cromosoma bacteriano y que se replica independientemente) e insertarlo en la bacteria E. coli. En el primer caso, el plásmido se construyó con el gen de la insulina mientras que, en el segundo, fue con lacZ, un gen del operón lactosa. Para introducir el plásmido artificial en la bacteria utilizaron una alta concentración de cloruro de calcio que permeabiliza las membranas de la bacteria, un procedimiento que había desarrollado Morton Mandel. La enzima EcoRI, una de las primeras que se descubrieron y purificaron, se sigue utilizando mucho, pero en la actualidad hay una gran diversidad de enzimas de restricción. Por otro lado, en 1973, Herbert Boyer, Stanley Cohen y colaboradores desarrollaron técnicas para usar plásmidos como vectores para clonar genes foráneos. Pocos años después se creó la primera empresa de biotecnología, Genentech.

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Edward L. Tatum en la Universidad de Stanford. c.1940. Por cortesía de Rockefeller Archive Center: http://www.rockarch.org

De modelo… a instrumento de laboratorio

En la actualidad, la investigación sobre E. coli mantiene su interés por las infecciones que causa. En los últimos años, se ha detectado una mayor resistencia a los antibióticos de ciertas cepas de esta bacteria. Éstas adquieren genes de otras bacterias o modifican alguno de los suyos para que el antibiótico sea degradado, inactivado, expulsado o para que la actividad del antibiótico se modifique y no tenga efecto. Por este motivo, se está trabajando para conocer bien los mecanismos que se ponen en marcha cuando la célula se divide y junto a las técnicas genómicas diseñar fármacos que, al ser sintetizados “de novo”, sean menos propicios a generar resistencias. Más allá de la investigación sobre la bacteria, E. coli se ha convertido en un instrumento más de laboratorio junto a las pipetas y los tubos de ensayo.

¿Cuál es el número mínimo de genes que se necesitan para vivir?

Enfermedades emergentes

Durante el siglo XX, los antibióticos permitieron combatir eficazmente muchas enfermedades infecciosas ocasionadas por bacterias. Pero desde hace unos años, se ha detectado un aumento de las resistencias a los antibióticos. En los países desarrollados son la causa de más del 50% de las enfermedades contraídas en el hospital. Este hecho junto con el surgimiento de nuevas enfermedades infecciosas, pueden tener un impacto social y económico importante, lo que plantea la necesidad de diseñar nuevos fármacos antimicrobianos.

Cuando la bacteria está fuera de lugar
Las infecciones del tracto urinario, la meningitis en recién nacidos, la sepsis abdominal o la septicemia (afección generalizada grave que llega a la sangre), son algunas de las enfermedades infecciosas provocadas por cepas de E. coli que se encuentran fuera del intestino (ExPEC, Extraintestinal pathogenic E.coli). Estas afecciones que eran puntuales hasta hace pocos años, se están convirtiendo en un creciente problema para la salud humana.

Ser resistente a un antibiótico
Las bacterias sensibles a un antibiótico no pueden vivir en un medio que incluya dicho fármaco, mientras que si son resistentes pueden vivir en él sin problema. La causa de la resistencia a un antibiótico suele estar en un gen de la bacteria. En ocasiones, las bacterias que tienen el gen resistente pueden trasmitirlo a otras bacterias a través de la conjugación.

Atacar la división de la célula

En condiciones óptimas de cultivo en el laboratorio las bacterias se dividen cada 20 minutos, cada una generando dos individuos nuevos. Para ello, cada bacteria crece hasta duplicar el tamaño inicial, después se constriñe en la parte media y finalmente se separan las dos células. Este proceso ha sido muy estudiado en E. coli y actualmente se sabe que está regulado de manera muy fina por más de 15 genes. Conocer el papel que tienen estos genes permitirá diseñar fármacos que actúen sobre la maquinaria de división de las bacterias e impedir su reproducción cuando sea necesario. La idea es que al sintetizar compuestos sintéticos que la bacteria no conoce atrase la aparición de resistencias. Por otro lado, este conocimiento puede también contribuir al desarrollo de la reciente biología sintética, que crea vida artificialmente en el laboratorio.

Orden y control en la división
En E. coli, el proceso que debe separar las dos células hijas mediante la formación de un tabique central está controlado por al menos 15 genes que codifican para las correspondientes proteínas. Justo antes de que empiece a formarse el tabique, las 15 proteínas se ensamblan de forma coordinada para formar un anillo que indica el lugar de división y tiene un papel crucial en la correcta formación del tabique. Para conocer la función de cada una de estas proteínas, los investigadores construyen bacterias mutantes que no tienen una de esas proteínas, lo que permite obtener algunas pistas en relación a la función que ha quedado afectada.

Crear seres parecidos a bacterias
En 2010 se dio a conocer la creación del primer ser vivo sintético, Mycoplasma laboratorium, creado por el Instituto J. Craig Venter. Esta bacteria tiene alrededor de unos 400 genes y es mucho más simple que E. coli que dispone de unos 4.000. Es un paso significativo hacia la creación de vida artificial. También permite dar respuestas sobre el número mínimo de genes necesarios para vivir, que estaría entre los 200 y 500 genes. Convendría abordar las implicaciones éticas en términos de beneficios y riesgos potenciales para la sociedad de dichos hallazgo.

Genes y medio ambiente

Actualmente se investiga la expresión génica global de E. coli en función de diferentes fuentes de carbono. Se ha detectado que cuando disminuye la calidad del sustrato de carbono, las células sistemáticamente aumentan el número de genes expresados. La inducción de genes se produce de una manera jerárquica e incluye factores para una mejor absorción y metabolismo de las fuentes de carbono. Al mismo tiempo, las células aumentan su movilidad. Así, a medida que el potencial de crecimiento del medio ambiente disminuye, las células parecen dedicar cada vez más energía en la posibilidad de mejorar las condiciones, lo cual no se explica simplemente con los modelos clásicos de regulación.
E.coli Genome Project (University of Wisconsin-Madison) – Functional genomics

Instrumento de laboratorio

Los laboratorios utilizan E. coli para “cortar y pegar” genes en protocolos rutinarios que nada tienen que ver con el estudio de la bacteria. La idea es la siguiente: se cortan, un fragmento de ADN que interesa y un plásmido (ADN circular) de E. coli con las mismas enzimas de restricción; de esta forma los extremos del segmento de ADN y del plásmido son complementarios y se pueden fusionar. Esta nueva construcción, suele además incluir una secuencia de resistencia a uno o varios antibióticos. El nuevo plásmido se introduce en la bacterias mediante un choque eléctrico u osmótico, se permite el crecimiento bacteriano en un medio de cultivo con antibiótico, obteniéndose tras un período de incubación bacterias que han incorporado el plásmido artificial con el/los gen/genes que se desea/n estudiar.

Video

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Vídeo de la movilidad d'Escherichia coli sobre diferentes sustratos de carbono. Por cortesía de Guy Plunkett. Wisconsin University - Madison: http://www.genome.wisc.edu/functional.htm

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Células que sobreexpresan una proteína ZipA a la que le falta el dominio transmembrana, después de haber añadido el inductor arabinosa durante 60, 90 y 150 minutos. En los tres tiempos las células estan incubadas con un anticuerpo primario anti-His y posteriormente con un anticuerpo secundario fluorescente Alexa-488 que da un color verde y las mismas células incubadas con un anticuerpo primario anti-ZipA y posteriormente con un anticuerpo secundario fluorescente Alexa-594 que da un color rojo. Las fotos son un solapamiento de las dos imágenes. Foto: Pilar Palacios. Por cortesía del Centro Nacional de Biotecnología (CSIC).

El genoma de la bacteria E. coli fue acabado de secuenciar en septiembre de 1997 en la Universidad de Wisconsin en Madison, Estados Unidos. Anteriormente, se habían secuenciado otros genomas de bacterias como Haemophilus influenzae (1995), Mycoplasma genitalium (1995), Methanoccocus jannaschii (1996) y Helicobacter pylori (1997). Sin embargo, la obtención de la secuencia genómica completa E. coli, concretamente de la cepa K-12, fue un hito clave porque es seguramente el organismo mejor conocido en el ámbito científico. La secuencia está disponible en Internet y su tamaño es de 4.639.221 pares de bases (4,6 Mb), que son las unidades químicas del ADN. Contiene cerca de 4.300 de genes, cuya función se conoce en al menos dos tercios de ellos.

1886

Theodor Escherich descubre la bacteria Bacterium coli, que más tarde se llamó Escherichia coli (E. coli).

1946

Joshua Lederberg y Edward Tatum demuestran la existencia de conjugación en E. coli.

1955

François Jacob y Elie Wollman demuestran la existencia del plásmido F en E. coli.

1961

François Jacob y Jacques Monod describen el primer ejemplo de control de la expresión de los genes con modelo del operón.

1960s

Werner Arber estudia el fenómeno de la restricción en E. coli.

1970

Daniel Nathans y Hamilton Smith descubren las enzimas de restricción, esenciales para el desarrollo de la ingeniería genética.

1971

Peter Lobban, Dale Kaiser y Paul Berg desarrollan de manera paralela las técnicas de recombinación genética, utilizando E. coli.

1973

Herbert Boyer, Stanley Cohen y colaboradores desarrollan técnicas para usar plásmidos como vectores para clonar genes foráneos.

1976

Herbert Boyer y Robert Swanson crean la primera empresa de biotecnología, Genentech.

1979

Se produce insulina humana usando E. coli mediante técnicas de ingeniería genética y se comercializa en 1982.

1997

Secuenciación del genoma de E coli.